El fútbol tiene historia, y todavía está por escribirse realmente en la Argentina. Ignoro en este comentario los libros de periodistas deportivos o comentaristas aficionados, todos de valor desigual pero no desdeñable. Me refiero a la historia del fútbol hecha por profesionales, con rigor de método y formación teórica. No es el relato de simples cronistas verdadera historia, sino el relato puesto en función de explicaciones sostenidas por una teoría, cualquiera que sea. Ya se ha dicho, pero vale la pena recalcarlo: no es el hecho lo que importa sino su interpretación. Al fútbol, como disciplina y como fenómeno de masas (¿quién puede dudar de esto último?) aún no se lo ha abordado desde la práctica profesional del historiador, o por lo menos está en ciernes una tarea que parece gigantesca. Parece mentira, pero hemos dejado sin analizar durante un tiempo imprudentemente largo uno de los constituyentes de nuestra identidad como argentinos. La pasión de multitudes no puede permanecer a oscuras por la ignorancia o la soberbia intelectual, no por lo menos sin correr el riesgo persistir en un vetusto elitismo o en una insoportable pedantería intelectual, que nada tiene que ver con la verdadera ciencia histórica. Hace rato que sabemos que todo es historia, ¿cómo no va a serlo el fútbol, que involucra a millones?
Los métodos de la historia son aplicables a todos los ámbitos de la vida en sociedad. El deporte, en tanto que expresión cultural y política de una sociedad determinada, es "historizable" y le caben las generales del método. Y no hay historia sin tiempo. En ese sentido, habrá que pensar para el fútbol lo que Fernand Braudel alegaba para otros fenómenos sociales. El tiempo corto está estrechamente ligado al puro acontecimiento (lo eventual, singular e irrepetible) pero que no explica los fenómenos en su persistencia temporal y en su totalidad cultural; el tiempo largo, el de las estructuras, en cambio, permite abarcar y explicar los hechos singulares, poniéndolos en relación con totalidades abiertas y cambiantes. No se trata simplemente de tomar hechos y colocarlos en una serie estadística. Pensar de ese modo nos haría creer que si tomamos las subas y bajas de la bolsa día por día, o los resultados electorales contabilizando los comicios año por año, al cabo de una sumatoria tendríamos una explicación real de la historia política y/o económica de una sociedad determinada. Por el contrario, de lo que se trata es de vincular los hechos a una serie, pero al mismo tiempo ponerlos en relación con una totalidad social en permanente desarrollo histórico. De otro modo caeríamos en ingenuidades tremendas, como creer que el desplome de los valores en el mercado bursátil en 2001 explica el estallido social y la crisis institucional sin precedentes de ese año ¿alguien, más o menos "leído" se atrevería a afirmar un dislate como ése?
Con el fútbol pasa como con cualquier otra actividad humana: no son los resultados del marcador los que explican un fenómeno, sino el vínculo entre esos resultados deportivo y la totalidad social que lo condiciona. Es más, los resultados son algo así como “testeos” que anticipan o verifican los traumas y los progresos de la actividad deportiva en general. Por simple observación se puede deducir que, ya sea por anticipación (recuérdense las huelgas de futbolistas de mitad del siglo pasado y los resultados concretos del deporte nacional en esos años) o por efecto de "bomba de espoleta retardada", como parece ser el caso actual, el fútbol siempre da señales de los cambios que la sociedad registra (o no registra, según se lo mire). Ellos nos hablan del rol del estado, de los niveles de integración social, de las condiciones sanitarias y hasta morales de la sociedad. El deporte, y en nuestro caso el fútbol, no es simplemente un juego; o, mejor dicho, es un juego, y en él se ponen en danza los valores sociales de un pueblo en una etapa determinada de su historia ¿Qué decir sino de los torneos Evita o del Mundial ‘78? ¿No había allí valores de distinto tipo puestos en juego?
El descenso y pérdida de la categoría de uno de los clubes centenarios de la Argentina no es un dato al pasar, un motivo más de las acostumbradas "cargadas" y consabidas chanzas que indica el folklore futbolero; es un signo de los tiempos históricos, que discurren en el presente pero que se engarzan con los engranajes del movimiento general de la sociedad. El análisis para determinar cómo se produjo la actual debacle económica y el desmantelamiento institucional queda postergado en estas páginas, que solo proponen un modo de pensar, y que no arriesgan conclusiones sin hacer estudios previos. Pero aventuro una hipótesis de mínima: algo tendrá que ver, por lo menos en parte, el neoliberalismo privatizador y el "resultadismo" anti-histórico. O, como decía cierto personaje del mundillo futbolero, por lo menos así lo veo yo.
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