EL MORO DE FACUNDO QUIROGA
«Vengo a buscar mi caballo
para adornarme con él
mañana saldré a los campos
quién sabe si volveré.»
Atahualpa Yupanqui.
«Sabe que López tiene en su poder un caballo moro sin mandárselo, y Quiroga se enfurece con la noticia. ¡Gaucho ladrón de vacas! ¡caro te va a costar el placer de montar en bueno!»
«Sabe que López tiene en su poder un caballo moro sin mandárselo, y Quiroga se enfurece con la noticia. ¡Gaucho ladrón de vacas! ¡caro te va a costar el placer de montar en bueno!»
D. F. Sarmiento. "Facundo. Civilización y Barbarie", 1845.
La mitografía nacional tiene anécdotas propias de la mejor literatura, dignas de la mitología de la Grecia homérica. Cuando Juan Facundo Quiroga fue asesinado por el puñal traidor, las sospechas cayeron sobre tirios y troyanos, unitarios o federales por igual. “¡No ha muerto!” ¡Vive aún!”, decían los paisanos de Cuyo y de los llanos riojanos que lo sequían y veneraban; “¡Ha de volver a montar su Moro para combatir a los salvajes!”, se enfervorizaban sus correligionarios. Y es que de larga fama era el Moro, el caballo de Facundo, y su nombradía acompañaba al Tigre de los Llanos. Se dice que el General lo consultaba antes de la batalla, por la singular inteligencia del animal, y hasta que la bestia se indispuso con su General por no haber seguido sus consejos en Oncativo; que como el Bucéfalo de Alejandro, sólo él podía montarlo; y lo mentaban tan veloz como un rayo y resistente como el quebracho. Para Quiroga, más que su caballo, era su amuleto, y se diría, su verdadero lugarteniente.
Facundo montando su famoso caballo moro |
La protesta de Quiroga alcanzó tal magnitud, que la diplomacia de don Juan Manuel de Rosas debió intervenir para que el asunto del caballo mentado no quebrara las relaciones entre dos aliados claves de la política federal. Hoy, a la distancia, el hecho puede parecer una tontería, o una vanidad, pero en aquel entonces no lo era. Un caballo, y máxime el de un General y un caudillo, es más que una montura: es su patrimonio y su adorno. Y cuando Juan Facundo Quiroga es emboscado y muerto en Barranca Yaco, las sospechas recaen sobre López. El asunto del moro, los celos por los triunfos de las armas de uno y otro caudillo, y el clima de desavenencias políticas en el bloque federal, alimentan las sospechas sobre el santafecino.
Rosas será todo, menos salomónico: mandó a ejecutar a los hermanos Reynafé, de Córdoba acusados del infame crimen. Facundo y su moro mentado se convierten en leyenda de los campos y pueblos argentinos. Estanislao López murió de viejo gobernando su Provincia. Jamás devolvió el moro a su legítimo dueño.
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